Estar presentes, algo que parece muy sencillo, es una de las cosas que más nos cuesta implementar en nuestra vida. Al hacerlo, podríamos aumentar significativamente la calidad de la misma, es decir, nuestro bienestar.
Al levantarnos cada mañana solemos comenzar nuestro día diciéndonos automáticamente cosas a nosotros mismos. Discutimos en nuestra mente con las personas que veremos en esa jornada, con personas que hemos visto ayer, con nuestros padres, nuestra pareja o quién sabe con quién y sobre qué asunto en particular.
Nuestro ego, a través de nuestra mente, intenta tomar desde que abrimos los ojos al levantarnos las riendas de nuestra propia vida, dejando a nuestro cuerpo actuando en piloto automático constantemente. Nos duchamos, preparamos el desayuno (si es que tenemos tiempo), desayunamos y emprendemos viaje hacia el trabajo, a llevar los niños al colegio o simplemente nos disponemos a trabajar desde casa; todo esto totalmente enajenados de nosotros mismos.
En la mayoría de los casos, no hacemos ninguna de estas acciones de forma consciente, es decir, en el momento que las realizamos no estamos verdaderamente presentes llevándolas a cabo. Por el contrario, seguramente estamos en una realidad imaginaria en la que probablemente discutimos con alguien, nos quejamos del tráfico o nos decimos a nosotros mismos como deberían ser las cosas, como deberían comportarse las otras personas, o directamente, como debería ser el mundo.
En esos momentos, generalmente nos encontramos en el pasado o en el futuro, siempre en una realidad que existe únicamente dentro de nuestra propia mente y difícilmente en el lugar donde nuestra acciones realmente pueden cambiar las cosas: el aquí y el ahora.
¿Se dan cuenta de que esto sucede en nuestras vidas? Podría poner innumerables ejemplos de situaciones en las que estamos en piloto automático y en las diversas cosas en las que solemos pensar en esos momento, pero imagino que cada uno lo estará haciendo ahora con sus propios ejemplos, incluso de esta misma mañana (y no importa cuando leas esto).
Es muy probable que por el modo de vida que llevamos en la actualidad y por la gran cantidad de estímulos exteriores con los que contamos, podamos visualizar este estado más claramente, pero la realidad indica que desde tiempos inmemoriales los grandes sabios vienen hablándonos de esta problemática. Los mensajes que nos han dejado a lo largo de la historia sobre esta realidad son diversos y desde mi punto de vista un aporte extraordinario, por este motivo, hoy quiero compartir con ustedes algunos de ellos.
Comencemos con el Dalai Lama, quien nos explica muy sencillamente que cuando una mente no está centrada y algo aparece, este algo nos la arrebata. Nos terminamos perdiendo en la persecución de los diferentes pensamientos que se nos presentan, volviéndonos incapaces de concentrarnos en lo que realmente queremos y echándonos de ese modo a perder.
Shantideva decía “la persona con la mente distraída mora entre los colmillos de las emociones destructivas”.
Esos pensamientos, esas quejas o discusiones imaginarias, encuentran en una mente distraída, en una mente que no está en estado de vigilia sobre sí misma, tierra fértil para plantar las semillas de estas emociones destructivas.
Más allá de esto, según sostiene también el Dalai Lama, podemos reunir las capacidades que todos poseemos para adquirir conocimientos y enfocarnos en lo que deseamos comprender, del mismo modo que lo hacemos cuando escuchamos unas determinadas instrucciones que consideramos importantes. A través de esta atención podremos mejorar enormemente todas nuestras prácticas, ya sea el amor, la compasión, la reflexión o la intención, logrando un progreso mas rápido y más profundo en el desarrollo de las mismas.
Dijo Buda, “alégrate porque todo lugar es aquí y todo momento es ahora”.
Intentar modificar estas pequeñas acciones será un cambio trascendental, empezar por reconocerlo y plantarle cara, poner en tela de juicio ese dominio, cuestionarlo. Este será el primer paso y probablemente el más importante dentro del largo camino que supondrá adiestrar nuestra mente para alcanzar una vida más plena.
Con respecto a esto, una de las herramientas más potentes que conozco para hacerlo es el Mindfulness, sino lo conocen, podríamos definirlo como una filosofía de vida que proviene de las tradiciones Budistas y que impulsa la focalización de la atención en el momento presente, en el aquí y el ahora.
El Mindfulness es un estado de plena consciencia o de atención plena que propone no juzgar lo que sucede, sino que simplemente aceptarlo, vivirlo. No se trata de entregarme a mis problemas ni tampoco de luchar contra ellos, más bien se trata de aliarme con estas emociones para poder sobrellevarlas de una mejor manera.
Poder aplicarlo en nuestra vida nos ayudará a mejorar la concentración, a eliminar el estrés, a combatir la depresión, la ansiedad y sobre todo a cambiar el modo en el que reaccionamos a una misma realidad, a unas mismas circunstancias.
Al comienzo, podemos entrenarnos a través de diversas técnicas y en momentos más relajados del día, para luego intentar aplicarlo en nuestra vida la mayor cantidad de tiempo posible, volverlo un hábito. El Yoga, la meditación, la respiración consciente o la práctica que desees para relajarte y estar presente, pueden ser de gran ayuda a la hora de implementar el Mindfulness en estos primeros momentos.
Si les interesa profundizar en esta disciplina, les recomiendo un gran libro: «Mindfulness en la vida cotidiana» de Jon Kabat-Zinn.
Dijo también Buda: “cuando la mente está en equilibrio meditativo, es posible ver la realidad exactamente cómo es”.
Cada momento que lo logres valdrá la pena, lo importante es adquirir el hábito de estar siempre atento a si estamos actuando de forma consciente o si estamos en piloto automático, enajenados de nosotros mismos.
El no juzgar los pensamientos que vienen a nuestra mente será fundamental, como dice el Dr. Miguel Ruíz “tu opinión no es más que tu punto de vista, y no tiene por qué ser necesariamente verdad. Tu opinión proviene de tus creencias, de tu ego y de tu propio sueño”.
Por eso simplemente intenta volver a estar presente, a la atención plena, a trabajar en un estado de vigilia sobre tu propia mente que te permita desarrollarlo cada vez de una mejor manera.
El primer paso y el mas poderoso, como ya hemos dicho, será el darse cuenta, el ser conscientes de la gran cantidad de momentos en los que no estamos presentes. A partir de allí, podremos comenzar a trabajar entrenándonos a nosotros mismos para poder estarlo, con el objetivo de aprovechar al máximo el único momento en el que podemos actuar y que realmente existe: el aquí y el ahora.
Si logramos detectar cosas que no están bien en nuestras vidas comencemos a cuestionarlas, comencemos a observar nuestras acciones, a analizar nuestras creencias; desarrollemos un verdadero pensamiento crítico sobre nosotros mismos y sobre todo lo que creíamos como correcto hasta ahora. Aprendamos a desaprender, para luego volver a aprender, pero está vez hagámoslo según nosotros mismos, según nuestro propio ser.
“Para entender todo, es necesario olvidarlo todo” Buda.