Aumentan las temperaturas, también las desigualdades…

La economía es la ciencia que estudia la forma en la cual las familias, las empresas y los gobiernos organizan los recursos escasos de los que disponen, con el objetivo de satisfacer las diferentes necesidades humanas.

Desde mi visión, la forma en la que hemos organizado nuestros recursos como especie ha generado la explotación (y destrucción parcial) de nuestro planeta e impulsado una exorbitante acumulación de riqueza (y con ella, de poder) por parte de una selecta minoría y en perjuicio del resto de la humanidad.

Evidentemente, a la luz de algunos datos que comentaremos a continuación, dicha organización pareciera no estar siendo para nada efectiva. Mientras el 1% más rico de la población sigue acumulando recursos y aumentando sus enormes patrimonios, existen personas en todos los rincones del planeta que deben enfrentarse a dificultades como la pobreza extrema, la inseguridad alimentaria y las terribles consecuencias del cambio climático.

¿Quienes se está beneficiando de este sistema de producción, distribución y consumo? ¿Cuál es el objetivo de seguir expandiendo los márgenes de las grandes corporaciones? ¿Por qué lo seguimos permitiendo?

Si la gestión de nuestros desechos es un problema cada vez más grande, ¿para qué buscamos producir cada vez más y a un menor costo?

Las grandes corporaciones generan sus beneficios a partir de la explotación de recursos naturales, del trabajo de las personas y/o a través de un determinado impacto hacia nuestro planeta, utilizando y deteriorando un entorno que pertenece a la humanidad en su conjunto.

¿Estamos regulando este impacto de una forma adecuada?

Dado que el deterioro que le estamos generando al lugar en el que vivimos ya es un hecho notorio e irrefutable, la cuestión sería ¿al menos estamos mejorando la vida de las personas?

Son varias las interrogantes que surgen a partir de esta realidad y se hace cada vez más difícil encontrar respuestas que justifiquen la forma en la cual nos estamos desarrollando y organizando como especie.

¿Existe hoy una alternativa a este modelo? ¿Estamos preparados para construirla? ¿Hay un real interés en hacerlo?

Desigualdades y acumulación de la riqueza.

No es una novedad el hecho de que existen desiguales en el mundo, basta simplemente con observar a nuestro alrededor o conocer un poco de la realidad que viven las personas en los diferentes rincones del planeta, para darse cuenta de que no todos tenemos las mismas oportunidades.

Para comprender un poco mejor esta realidad y la evolución de la misma, les presento a continuación algunos datos que considero significativos.

El World Inequality Report es un informe que realiza el Laboratorio de Desigualdad Mundial de la Escuela de Economía de Paris y que proporciona estimaciones acerca de la desigualdad a nivel mundial basándose en los datos recopilados por la Base de Datos sobre Desigualdad Mundial.

El último reporte a la fecha, publicado en el 2022, divide a la población adulta en 4 sub-grupos. El 50% más pobre está conformado por 2.500 millones de personas, el 40% del rango medio por unas 2.000 millones de personas, el 10% más rico por 517 millones de personas y finalmente el 1% aún más rico por simplemente 1 millón de personas.

En el año 2021, según el reporte, los ingresos proveniente de salarios para los diferentes sub-grupos arrojaron que el 50% más pobre capturó solamente un 8% de esos ingresos, el 40% del medio un 39%, el 10% más rico un 52% y el 1% aún más rico un 19%.

Si estos datos les parecieron complejos, vayamos ahora a las cifras referidas a los ingresos patrimoniales de cada uno de los sectores estudiados, en donde el 50% mas pobre captó solamente el 2% de dichos ingresos, el 40% del rango medio el 22%, el 10% más rico el 76% y el 1% aún más rico el 38%.

Pasando en limpio, el 50% más pobre (que representa a 2.500 millones de personas) obtuvo únicamente el 8% del total de ingresos por salarios y el 2% de los ingresos patrimoniales. Mientras tanto, el 10% más rico capturó el 52% de los ingresos por salarios y el 76% de los patrimoniales.
Además, el 1% más rico (que representa solamente a 1 millón de personas) obtuvo un 19% del total de los salarios y un escalofriante 38% de los ingresos patrimoniales.

Alarmante, ¿no creen? Sobre todo teniendo en cuenta de que en última instancia todos estos ingresos o provienen de la explotación de recursos naturales o generan un determinado impacto sobre nuestro planeta.

Según un informe del Banco Mundial titulado “La Riqueza Cambiante de las Naciones”, la riqueza mundial ha aumentado en general, pero a expensas de la prosperidad futura y agravando las desigualdades.

Según Oxfam, si se mantiene el grado actual de desigualdad, la economía mundial tendría que crecer 175 veces para que todos ganaran más de 5 dólares al día.

Parece bastante difícil, ¿no les parece?

Pobreza.

Más allá de estas categóricas cifras que reflejan enormes desigualdades y del terrible daño ocasionado al planeta, es necesario también destacar una constante disminución de la pobreza extrema.

Según el Banco Mundial, durante casi 25 años el número de personas que viven en la pobreza extrema disminuyó constantemente, y según las Naciones Unidas, 1.000 millones de personas han salido de esa situación en los últimos 30 años.

Sin embargo, podemos decir que esta tendencia resulta escasa si tenemos en cuenta que mientras la porción de ingresos que le corresponde a la mitad más pobre de la humanidad apenas ha cambiado en 3 décadas, la producción económica mundial se ha triplicado. Además, según señalan las mismas organizaciones, el impacto de la pandemia, los conflictos y el cambio climático han interrumpido y continuarán afectando dicha tendencia.

Hoy, algo más de 700 millones de personas continúan viviendo en la pobreza extrema, algo así como el 9 o el 10% de la población mundial, y es probable que debido a las crisis actuales este número siga creciendo en los próximos años.

“Una cosa es segura: si las tasas de desigualdad de las últimas décadas siguen en el futuro, entonces la desigualdad global continuará incrementándose hasta alcanzar niveles enormes”.

Lucas Chancel.

Hambre e inseguridad alimentaria.

Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) el hambre “es una sensación física incómoda o dolorosa, causada por un consumo insuficiente de energía alimentaria. Se vuelve crónica cuando la persona no consume una cantidad suficiente de calorías (energía alimentaria) de forma regular para llevar una vida normal, activa y saludable”.

Por otra parte, para la organización “una persona padece inseguridad alimentaria cuando carece de acceso regular a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para un crecimiento y desarrollo normales y para llevar una vida activa y saludable. Esto puede deberse a la falta de disponibilidad de alimentos y/o a la falta de recursos para obtenerlos”.

En el mundo, durante el año 2021, entre 702 y 828 millones de personas padecieron hambre (aproximadamente un 10% de la población mundial).

Actualmente, un 29% de la población mundial padece inseguridad alimentaria moderada (en África la cifra asciende al 58% y en América Latina y el Caribe al 41%) y un 11% inseguridad alimentaria grave.

Por otra parte, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), se estima que 931 millones de toneladas de alimentos (el 17% del total de alimentos disponibles) terminaron en la basura de los hogares, minoristas, restaurantes y otros servicios durante el año 2019.

“Los países de la UE obtienen de otras partes del mundo más de la mitad de sus bienes de consumo producidos en la tierra, Alemania supera el 80%. En Japón la cifra asciende al 92% y en EEUU al 33%. Esto demuestra un proceso conocido como “intercambio ecológicamente desigual”: transacciones que podrían parecer justas sobre el papel de los billetes, pero que permiten a los países ricos absorber los recursos biofísicos de los pobres y drenar sus reservas naturales”.

Andreas Malm.

Pobreza, hambre y cambio climático.

El cambio climático es una realidad que ya está frente a nosotros, que presenta año a año evidentes y mayores consecuencias, poniendo de manifiesto que si continuamos viviendo de la misma forma no podremos revertir esta tendencia. Sin lugar a dudas, el concepto “emergencia climática” está, desde mi punto de vista, mas que adecuado y encontrarán los motivos por los cuales lo considero así en el texto que lleva ese mismo nombre.

Más allá de esto, la verdad es que si bien las consecuencias del cambio climático no entienden de fronteras, son las comunidades más vulnerables a nivel mundial las que están padeciendo de una forma mucho más dura las mismas. Además, dentro de estas comunidades vulnerables en África, Asia, América Latina y el Caribe u Oriente Medio, las poblaciones que más se ven afectadas por el cambio climático son los niños, niñas y las mujeres.

También, podemos decir que es una realidad que las regiones y comunidades que resultan más vulnerables a los efectos del cambio climático, han sido las que menos han contribuido para generarlo. De todos modos, entiendo que ahí no está la cuestión. Y que enfocarnos en eso no ha estado colaborando con nuestro principal objetivo, que debería ser tomar medidas realmente efectivas para lograr contrarrestar, y de algún modo reparar, el daño que le hemos estado haciendo a nuestro planeta.

Según el Banco Mundial, si el cambio climático no se controla, podría empujar hasta 132 millones de personas más a la pobreza extrema para el 2030 y la mayoría de las personas más pobres del mundo vivirían en situaciones caracterizadas por la fragilidad, el conflicto y la violencia.

El cambio climático aumenta el riesgo de hambre y colapsa los sistemas alimentarios frágiles en todo el mundo. En la última década, casi la mitad de las operaciones de emergencia y recuperación del Programa Mundial de Alimentos (WFP) han sido como respuesta a desastres relacionados con el cambio climático.

Fenómenos como las olas de calor, el aumento del nivel del mar, las sequías, tormentas e inundaciones están generando daños generalizados en los sistemas alimentarios al rededor del mundo, reduciendo así la capacidad de las comunidades para producir alimentos abundantes y nutritivos.

Según el Programa Mundial de Alimentos, el calentamiento global de 1.5 °C generará efectos irreversibles en la agricultura y en los medios de subsistencia alrededor del mundo, pero llegar a 2 °C de aumento implicaría que 189 millones de personas más sean empujadas hacia el hambre.

Existe una conexión evidente entre la forma en la que producimos, distribuimos, la depredación de nuestros recursos y el cambio climático. Además, estas variables se relacionan directamente con fenómenos como la pobreza extrema, el hambre y las desigualdades que afectan a millones de seres humanos que viven en nuestro planeta.

¿Posibles soluciones?

Existen diferentes acciones que podríamos proponer con el objetivo de intentar revertir la situación en la que nos encontramos actualmente, pero entiendo que la clave estará en asumir que las mismas implicarán grandes cambios en nuestra organización a nivel colectivo y en algunos de nuestros comportamientos más arraigados.

Será fundamental construir nuevos enfoques, percepciones y valoración sobre determinadas costumbres, productos y formas de relacionarnos (con nuestros pares y nuestro entorno) para poder realmente llevar a cabo estas necesarias acciones.

Por ejemplo, algunas de las tantas acciones que se podrían implementar irían en la linea de:

  • Preservar los espacios y recursos naturales como verdaderos santuarios pertenecientes a la humanidad en su conjunto, trabajando en la regeneración de los mismos.
  • Una regulación seria a nivel mundial de los bienes públicos globales y los recursos naturales.
  • Generar impuestos verdaderamente acordes a los impactos ambientales.
  • Producción y consumo sostenible. Producir lo justo, de mejor calidad (más duración, menos impacto), distribuir mejor, limitar el consumo.
  • Verdadera transición energética, no más combustibles fósiles.
  • Natalidad limitada (si, por supuesto)
  • Transporte colectivo y eléctrico.
  • Dieta vegetariana, prohibir o limitar la industria frigorífica.

“Todos saben, de manera más o menos consciente, que habría que dejar en tierra los vuelos continentales, prohibir los jets privados, desmantelar de forma segura los cruceros, producir turbinas y paneles solares en masa, aumentar las líneas de metro y autobús, construir vías para trenes de alta velocidad y renovar las casas antiguas, entre otras muchas y magníficas medidas. (…) ¿se le ocurre a alguien otra idea? Ah, ¡si! Fabricar nubes e inventar vacunas; bloquear la radiación solar y rastrear los movimientos de la gente”.

Andreas Malm.

Más allá de las acciones que podamos imaginar o realmente realizar, creo que lo trascendental de la cuestión es que es evidente la necesidad de modificar la forma en la cual nos estamos organizando como especie. Nuestras formas de producción, de trabajo, de consumo, de vincularnos como sociedad, deberán ser modificadas profundamente si de verdad queremos construir un mundo mas sano, justo y pacífico en el que todas las personas puedan realmente tener oportunidades de vivir una vida digna.

Como hemos visto a lo largo de este texto, las desigualdades son una cuestión evidente en nuestro planeta y su incremento algo que de momento no hemos podido (o querido) resolver.

La riqueza genera, además de seguridad económica, mucho poder. Por lo tanto, si la riqueza está cada vez acumulada en menos individuos, el poder, también lo estará.

En ese sentido, probablemente para acabar con la pobreza extrema, será necesario acabar con la riqueza extrema.

Recursos:

CHANCEL, L., PIKETTY, E., SAEZ, E., ZUCMAN, G., “World Inequality Report 2022”, World Inequality Lab, 2022.

DONALD, K., MARTENS, J., «La creciente concentración de la riqueza y el poder económico son un obstáculo para el desarrollo sostenible: ¿Qué hacer?”, Sportlight – Enfoques sobre Desarrollo Sostenible, 2018.

LÓPEZ, R., “Crisis económicas mundiales, escasez de recursos ambientales y concentración de la riqueza”, Revista CEPAL, 102, Diciembre 2010.

MALM, A., “El murciélago y el capital”, Errata Naturae, 2020

Sitios web / prensa: Banco Mundial, CEPAL, El País, FAO, France 24, Naciones Unidas, Spotlight, UNEP, WFP.

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