¿Por qué debemos hablar de una emergencia climática?

“El cambio climático es real y las actividades humanas son la causa principal” Grupo intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). 

Elijo comenzar con esta afirmación realizada por el IPCC por si todavía quedan dudas de lo que está sucediendo y a lo que nos estamos enfrentando como humanidad. Quiero creer que quienes aún sostienen que el cambio climático es natural o un invento de los ambientalistas lo hacen por ignorancia, y al hablar de ignorancia me refiero a que ignoran toda la información disponible sobre la materia. En ese caso, en este texto podrán encontrar información básica de relevancia para entender cómo nos afecta y nos afectará la crisis climática, así como argumentos para comprender lo adecuado del termino emergencia. 

El IPCC es una organización intergubernamental de las Naciones Unidas cuya misión es entregar al mundo una opinión objetiva y científica sobre el cambio climático, sus impactos, riesgos naturales, políticos, económicos y las posibles opciones de respuesta. Los informes del IPCC cubren la información científica, técnica y socioeconómica relevante para entender el riesgo del cambio climático provocado por el ser humano. Miles de científicos y otros expertos contribuyen de modo voluntario escribiendo y revisando informes, que son a su vez revisados por representantes de todos los gobiernos.  

De modo que, llegamos aquí a una gran contradicción. Por un lado, hemos conformado dentro del sistema de Naciones Unidas una organización para dotar al mundo de la información científica correspondiente, con el objetivo de comprender los efectos y las opciones de mitigación para poder contrarrestar el fenómeno. Por otro lado, los diferentes países en sus relaciones internacionales negocian compromisos escasos y boicotean acuerdos globales de mitigación y lucha contra el cambio climático, desatendiendo los informes y las recomendaciones de los expertos a los que ellos mismos les encomendaron la tarea. 

El tiempo sigue corriendo, y mientras nuestros representantes negocian medidas con el objetivo de seguir produciendo y que las grandes corporaciones no vean afectados sus beneficios, nuestras opciones como humanidad van siendo cada vez menores y las medidas necesarias a implementar cada vez más radicales. 

¿Qué es lo que estamos esperando?


“La inacción histórica de los Estados enfrentados al peligro genera un desaliento que se alimenta de sí mismo y ratifica una sensación de rendición al destino”.

Andreas Malm

El calentamiento global

La concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera está directamente relacionada con la temperatura global promedio en la Tierra. Desde la época de la Revolución Industrial, la concentración ha aumentado constantemente y con ella lo han hecho también las temperaturas. 

Estos gases de efecto invernadero (GEI) conforman una especie de capa en la atmósfera al rededor de la Tierra que no permite expulsar hacia el exterior el calor de forma adecuada, elevando así las temperaturas medias en nuestro planeta. 

Existen varios tipos de GEI, los principales son el vapor de agua (H2O), el dióxido de carbono (CO2), el óxido nitroso (N2O), el metano (CH4) y el ozono (O3).

El dióxido de carbono (CO2) representa alrededor de dos tercios de los gases de efecto invernadero y es en gran medida producto de la quema de combustibles fósiles que tan arraigada está a nuestro estilo de vida actual. Mientras nuestros Estados-nación negocian restricciones de emisiones que ya sabemos no serán suficientes y lentas transiciones a energías renovables, las grandes corporaciones (con el aval de dichos Estados) siguen invirtiendo miles de millones de dólares en nuevas exploraciones con el objetivo de seguir extrayendo todo el petróleo y el gas que sean posibles. 

“La eliminación del CO2 no encaja de manera natural con el marco del Estado-nación. Una guerra contra este enemigo tendería a salirse de ese marco. Sería una guerra en beneficio de los nuestros y también de los demás”.

Andreas Malm.

El metano (CH4) es el componente principal del gas natural y es responsable de mas del 25% del calentamiento que estamos experimentando hoy. Es un contaminante poderoso con un potencial de calentamiento global 80 veces mayor que el CO2 en los 20 años posteriores a su liberación a la atmósfera. Este gas natural, que hoy es tema de conversación debido a la invasión rusa de Ucrania y las dificultades que está teniendo el suministro del mismo a Europa. 

En los últimos días, han surgido rumores sobre que Rusia estaría quemando gas con el objetivo de no abastecer a Alemania, generando un terrible impacto ambiental sin ningún sentido más que el político-estratégico, por supuesto. 

Sería alarmante que así sea, pero no nos alarmemos sólo por esto, porque la verdad es que nos queda cómodo pegarle a Rusia por los motivos que ya todos conocemos. La verdad es que esto de alguna forma es moneda común en los foros internacionales, de hecho, bajo la administración Trump (gran negacionista del cambio climático), EEUU se retiró del Acuerdo de Paris (principal acuerdo en la lucha contra el mismo) boicoteando de sobremanera los pobres logros que se habían alcanzado hasta ese momento. 

En definitiva, el mundo sigue siendo un lugar en el cual las decisiones de unos pocos afectan la vida y la realidad de la gran mayoría. La diferencia, en este punto de nuestra existencia como humanidad, es que cada vez estamos más cerca de la auto-destrucción y en este caso las guerras, la maximización constante de beneficios por parte de las grandes corporaciones y las estrategias políticas, están incidiendo directamente en acelerar ese proceso.  

Volviendo a la explicación del calentamiento global, también es preciso señalar que la carne y los productos lácteos representan alrededor del 14,5% de las emisiones mundiales de GEI según la FAO. Otra industria que es muy importante a nivel mundial y otros productos que están totalmente arraigados a nuestra vida diaria y nuestras costumbres. 

No pretenderé hacer apología del vegetarianismo o el veganismo en este texto pero los invito a reflexionar sobre la siguiente perspectiva: 

Le damos vida a miles de millones de animales anualmente (si, miles de millones), los criamos en su mayoría hacinados, los alimentamos con recursos naturales de nuestro planeta, les damos antibióticos, medicamentos y suplementos de todo tipo con el único objetivo de matarlos y alimentar a personas con recursos, mientras millones de otras personas (que carecen de estos recursos) se enfrentan día a día a situaciones de inseguridad alimentaria.

¿Parece algo natural o beneficioso para nuestro planeta y nuestra especie?

Por otra parte, debo agregar que el comercio de animales salvajes es una industria multimillonaria que está llevando a varias especies a la extinción. Un estudio calcula que 5579 especies ya han sido arrastradas a las cadenas de suministro (el 18% del total) y que si la tendencia continúa, en poco tiempo serán 8775 en peligro de extinción por culpa del comercio (Revista Science, octubre 2019).

Consecuencias del calentamiento global y el cambio climático:

Las consecuencias de estos fenómenos que afectan a nuestro planeta son diversas, algunas conocidas por todos y otras no tanto. 

Los fenómenos climáticos, tales como sequías, tormentas, lluvias excesivas y olas de calor, se han vuelto más intensos conforme han aumentado las temperaturas. Estos fenómenos, pueden desencadenar en otro tipo de catástrofes como inundaciones e incendios. 

Un reflejo de esto han sido las grandes olas de calor en Europa este verano y los masivos incendios que se han extendido sobre todo en el sur del continente, en dónde se han quemado miles de hectáreas de bosque tan necesarias justamente para limitar las emisiones de carbono. 

También, estos últimos días hemos presenciado noticias de sequías en Alemania (tremendas imágenes del Rin con muy poca agua), al mismo tiempo, devastadoras inundaciones en Pakistán, en donde se dice que dos terceras partes del país han sido afectadas por este fenómeno y otra sequía catastrófica que afecta a más de 20 millones de personas en Somalia, Etiopía y Kenia. 

¿Se dan cuenta de la intensidad de los acontecimientos? Esto es ahora, está sucediendo en diferentes puntos del planeta y marcando enormes intensidades de distintos fenómenos.    

Además de esto, tenemos el ya conocido por todos derretimiento de los casquetes polares, que se está dando unas siete veces más rápido que en los 90s y que conlleva un aumento del nivel del mar. En 2019, en sólo dos meses de temperaturas récord se desprendieron seiscientos mil millones de toneladas de hielo en Groenlandia, las cuales generaron un aumento de 2,2 mm del nivel del mar en todo el planeta. 

Por otra parte, está la posibilidad de acidificación de los océanos, la muerte de los arrecifes de coral, una probabilidad de colapso de la población de insectos, la aparición de nuevas pandemias (por transmisiones zoonóticas como el Covid-19 y la viruela del mono), el agotamiento del suelo y la reapertura de la capa de ozono, entre otras cuestiones.  

Hambre, desplazados y cambio climático: 

Existen dos grandes consecuencias del cambio climático que posiblemente no son especialmente detectadas por la población en general o tan difundidas a nivel informativo: el hambre y las crisis de desplazados. Ambas, se dan en contextos de fragilidad general, situados en países en vías de desarrollo y sobre todo en los que se viven verdaderas emergencias humanitarias. 

El cambio climático aumenta definitivamente el riesgo de hambre y colapsa los sistemas alimentarios frágiles en todo el mundo. Fenómenos como las olas de calor, las sequías, tormentas, inundaciones, el aumento del nivel del mar y las plagas de los cultivos, están reduciendo la capacidad de las comunidades para producir alimentos abundantes y nutritivos.

El cambio climático no solo aumenta la frecuencia y la intensidad de las inundaciones, sequías y otros desastres naturales, sino que además dificulta el acceso a tierras productivas y al agua dulce, así como el incremento de la productividad agrícola. 

Los desastres climáticos ponen en peligro la vida de millones de personas y atrapa a los hogares pobres en un ciclo crónico de hambre y pobreza. En la última década, casi la mitad de las operaciones de emergencia y recuperación del Programa Mundial de Alimentos (WFP) han sido como respuesta a desastres relacionados con el cambio climático

La gran mayoría de los 795 millones de personas que pasan hambre en el mundo viven en países en vías de desarrollo con entornos frágiles propensos a desastres climáticos. En África, Asia, Oriente Medio y Latinoamérica, el cambio climático afecta a las vidas y los medios de subsistencia a un ritmo y una intensidad a los que la población no puede hacer frente. Cuando las cosechas fallan y los ingresos disminuyen, las familias vulnerables se ven obligadas a tomar medidas drásticas para sobrevivir, como sacar a sus hijos del colegio o vender sus activos más productivos.

Mitigación: ¿Por qué es tan importante el 1.5°C?

La necesidad de mitigar y contrarrestar los efectos del cambio climático es evidente e impostergable. Según los informes de expertos hoy nos encontramos entre 1.1 y 1.2 °C de aumento en las temperaturas medias de la Tierra desde la época pre industrial. 

Los países, en el marco del Acuerdo de París se han puesto como objetivo no superar los 2°C de aumento y “dentro de lo posible” evitar también el 1,5°C. Estos parecen, teniendo en cuenta el contexto, escasos compromisos que aún así estamos bastante lejos de poder alcanzar. 

Se necesitaría disminuir un 7,6% las emisiones de CO2 durante cada año en la próxima década para evitar que la temperatura mundial suba más de 1,5°C. Esto implicaría, sin lugar a dudas, una planificación exhaustiva y tomar medidas implacables que hasta el momento no se vislumbran. Para tener como ejemplo, en 2020 con todas las restricciones a raíz de la pandemia, el acumulado del año fue simplemente de reducciones entre un 5 y un 7% con respecto al año anterior (que fue récord en emisiones y temperatura). 

Si los países hubiesen actuado hace 10 años sobre estas bases científicas que ya eran ampliamente conocidas y divulgadas, los gobiernos hubiesen necesitado reducir las emisiones 3.3% cada año. Por lo tanto, es evidente que cada año que no se adoptan medidas contundentes, la dificultad se vuelve superior y también se incrementa el costo de reducir las emisiones. 

El mundo sufrirá grandes impactos climáticos si la temperatura aumenta 1,5°C, pero después de eso, la situación se pone mucho peor. 


La diferencia entre 1,5°C y 2°C podría ser la diferencia entre:

  • La muerte del 70% o 99% de los arrecifes de coral.
  • El doble de probabilidad de que los insectos, polinizadores vitales, pierdan la mitad de su hábitat.
  • Veranos sin hielo en el Océano Ártico una vez por siglo o una vez por década. 
  • 1 metro adicional en aumento del nivel del mar. Es decir, 6 millones o 16 millones de personas afectadas por el mismo en las zonas costeras a finales de este siglo.
  • El calentamiento global de 1.5 generará efectos irreversibles en la agricultura y en los medios de subsistencia alrededor del mundo, pero llegar a 2 implicaría que 189 millones de personas más sean empujadas hacia el hambre.

Por lo tanto… 

Resulta bastante fácil comprender, con la información brindada por expertos y en vistas de las escasas medidas y acuerdos alcanzados, el motivo por el cual es mas que preciso hablar de una emergencia climática. 

La humanidad va camino al colapso y a la autodestrucción, este no es un mensaje apocalíptico ni mucho menos exagerado, es la pura realidad que surge a partir de analizar la información científica disponible. 

La amplia mayoría de expertos están de acuerdo con este tipo de afirmaciones sino se toman medidas contundentes y radicales, el problema es que quienes toman las decisiones atienden a otro tipo de cuestiones que no son precisamente las ambientales. 

Hasta hace poco muchas personas creían que tanto las guerras como las pandemias eran cosas de otra época y hoy nos encontramos padeciendo los efectos de ambas. 

Existen también otro tipo de amenazas a nuestra supervivencia, como la nuclear, que muchos desconocen o creen que es una remota posibilidad. La realidad es que hace falta un simple error humano, un malentendido o un enojo desmedido para que un desastre nuclear pueda producirse. Así como por errores humanos, malentendidos o enojos desmedidos (vaya uno a saber) se bombardean civiles, escuelas y hospitales.

Lo que está sucediendo es real, que no queramos verlo o prefiramos ignorarlo es algo muy diferente. Ahora, ¿se puede revertir? Por supuesto. Con medidas realmente potentes y que implicarían, sin lugar a dudas, un radical cambio en nuestra forma de vivir. 

Ya no alcanzará solo con eliminar el uso de combustibles fósiles, los estudios dicen que habrá que capturar también CO2 del aire debido al calentamiento residual. Mientras tanto, las grandes potencias y las mega corporaciones siguen invirtiendo miles de millones de dólares para continuar extrayendo todo el petróleo y el gas que se pueda. 

¿Estamos preparados para asumir un verdadero cambio con el objetivo de preservar la especie? 

Esta última cuestión es la que parece, hasta el momento, más complicada. Ya sea desde el punto de vista de quienes nos gobiernan como de la sociedad en general, la vida como la conocemos debería cambiar en muchos aspectos, ese es otro hecho de la realidad aunque tampoco queramos asumirlo. 

“Ningún pueblo antiguo se enfrentó a una misión histórica como la nuestra: intervenir de manera consciente para evitar que nuestra civilización se destruya a sí misma al destruir los cimientos sobre los que se erige cualquier vida organizada”.

Andreas Malm

El futuro está en nuestras manos y la necesidad de un gran cambio de paradigma se hace urgente. 

Sin naturaleza no hay futuro, sin planeta tampoco… 

“Las perspectivas de una supervivencia digna a largo plazo no son altas a menos que haya un cambio de rumbo significativo. Gran parte de la responsabilidad está en nuestras manos; las oportunidades, también”. 

Noam Chomsky

Fuentes:

Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)

Grupo intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC)

Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)

Programa Mundial de Alimentos (WFP)

Programa para el Medioambiente de las Naciones Unidas

CHOMSKY, N., “¿Quién domina el mundo?”, Penguin Random House Grupo Editorial, 2016. 

MALM, A., “El murciélago y el capital”, Errata Naturae, 2020.

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