Creencias

Poder escapar de la prisión de nuestras propias creencias para emprender viaje hacia una verdadera libertad de pensamiento.

Hoy vengo a hablarles de algo a lo que la gran mayoría de nosotros seguramente le otorgamos un muy importante lugar en nuestra vida, algo que vamos moldeando con el transcurso del tiempo y que comenzamos a incorporar desde nuestros primeros contactos con el mundo exterior. Este algo, son nuestras creencias, nuestra forma de analizar lo que sucede, nuestra manera de interpretar la realidad.

La idea es reflexionar acerca de estas creencias y sobre todo intentar cuestionarlas, comprender de donde provienen, tratar de entender si realmente son nuestras o si nos vienen de fuera, y, finalmente, evaluar si tienen o no alguna utilidad en nuestra vida. 

Invertimos mucho de nuestro tiempo y energía defendiendo estas ideas, estas posturas que hemos adoptado sobre una gran cantidad de temáticas y que suelen regir de este modo nuestro propio comportamiento. Por momentos, también intentamos imponérselas al resto y solemos tener la necesidad de validarlas, queremos demostrarle a los demás que nuestra forma de pensar es la correcta, que nosotros conocemos la verdad y que sabemos cómo deberían ser las cosas. 

Muchas veces, probablemente de forma inconsciente, esto nos conduce a ir conformando un circulo de personas allegadas que tienen una mentalidad bastante similar a la nuestra, con unos pensamientos parecidos y unas creencias semejantes, de tal modo que no nos hagan sentir demasiado incómodos.

¿Será esto una casualidad? ¿Nuestras creencias son realmente nuestras? ¿Si hubiéramos nacido en otra familia o en otra cultura serían las mismas? ¿Cuánto tiene que ver el sistema educativo?

En este sentido, el Dr. Miguel Ruíz sostiene claramente que no escogemos nuestra lengua, ni nuestra religión o nuestros valores morales, de hecho, ya estaban ahí desde antes que naciéramos.

Para Erich Fromm, por otra parte, la mayoría de la gente vive con la ilusión de que son individualistas, de que han llegado a determinadas conclusiones como resultado de sus propios pensamientos y que simplemente sucede que sus ideales son similares a los de una gran parte de la sociedad y a los de la mayoría de su propio entorno. Según señala el autor, el consenso de todo sirve como prueba de la corrección de “nuestras” ideas.

Pareciera ser que nos ponemos (o más bien nos ponen) unas determinadas gafas a través de las cuales vemos el mundo, nos convencemos de unas determinadas creencias primero, que muchas veces nos vienen impuestas (familia, entorno social, sistema educativo) y a partir de allí interpretamos todo para confirmarlas. A su vez, buscamos validarlas constantemente y justificar que las otras creencias que difieren de las nuestras están equivocadas. Muchas veces, hasta nos incomodamos si alguien piensa diferente ¿cómo puede ser que piense de esa manera? ¿No se da cuenta de cuál es la realidad?

Esto es algo que se ve reflejado hasta en lo más cotidiano de nuestra vida, cuando nos chocarnos con el hecho de que cada ser humano es de un modo diferente y que interpretará las cosas que suceden de una manera totalmente distinta a la mía. 

Creer que uno tiene la única o la correcta forma de ver el mundo, la forma verdadera de interpretar la realidad y que los demás deben actuar según mis expectativas, es algo totalmente egocéntrico y que nos llevará, seguramente, a innumerables frustraciones en nuestros relacionamientos.

A esto Erich Fromm lo denomina orientación narcisista, y en la misma, según el autor, se experimenta como real sólo lo que existe en nuestro interior, mientras que los fenómenos del mundo exterior carecen de realidad de por sí y se experimentan sólo desde el punto de vista de su utilidad o peligro para uno mismo. 

De ese modo, solemos localizar los problemas fuera de nosotros mismos, constantemente en el otro: que mi padre tal cosa, que mi madre tal otra, ¿como es posible que mi pareja piense así?, que mi jefe no entiende nada, ¿y mis amigos? No se que les pasa últimamente. 

Según Fromm, todos nosotros somos más o menos insanos, o estamos mas o menos dormidos; todos nosotros tenemos una visión no objetiva del mundo, que está deformada por nuestra orientación narcisista y por nuestras creencias. En este sentido, será imposible que los demás seres humanos actúen según nuestras propias expectativas, y ni hablar de la idea de intentar convencerme de que mi forma de ver las cosas es la correcta, la única valida o la mejor. 

“Es fácil vivir con los ojos cerrados, interpretando mal todo lo que se ve” John Lennon.

Nos pasamos buscando en el exterior, tanto en las diferentes relaciones que intentamos moldear según nuestras propias creencias y expectativas, como también en los diferentes dogmas e ideologías, por intermedio de los cuales tratamos de aferrarnos a algo que nos haga sentir “seguros”, algo que nos ayude a convencernos de que actuamos de la manera “correcta”.

Con respecto a este tema, el autor alemán señala que la fe apasionada o fanática, ya sea en ideas o en prohombres, es una especie de idolatría y que se debe nada más y nada menos que a la falta de equilibrio propio, a la falta de propia actividad, a la falta de ser. Es decir, como estoy tan enajenado de mi mismo, como no tengo la posibilidad de producir mis propias maneras de interpretar la realidad y de aceptar también las diferentes visiones del resto, deposito toda mi fe en este tipo de idolatrías que me digan lo que tengo que hacer, como debería actuar y hasta como debería pensar.

La influencia de la familia, la sociedad y del sistema educativo.

Ahora que ya hemos hecho un paneo general de que son las creencias, pensemos un poco en como hemos llegado a adoptarlas, de donde han venido y con que objetivos; analicemos la influencia de la familia, la sociedad y sobre todo, del sistema educativo.

El Dr. Miguel Ruíz destaca que los seres humanos nacemos con la capacidad de aprender a soñar, y los que nos preceden nos enseñan a soñar de la forma en que lo hace la sociedad, también, señala que el sueño externo tiene tantas reglas que, cuando nace un niño, captamos su atención para introducir todas estas reglas en su mente.

En este sentido, Erich Fromm sostiene que educación significa ayudar al niño a alcanzar sus potencialidades y lo contrario a esta es la manipulación, que se basa en la ausencia de fe y en la convicción de que el niño será como corresponde sólo si los adultos le inculcan lo que es deseable y suprimen lo que parece indeseable.

Estas conductas deseables nos son inculcadas primero por nuestros padres o nuestra familia y luego por el sistema educativo y la propia sociedad, siempre por intermedio de una metodología de castigos y recompensas, al igual que lo hacemos al adiestrar animales. El mismo miedo a no recibir esa recompensa o a ser castigados, nos lleva a empezar a fingir sobre lo que realmente somos con el único fin de complacer a los demás, ya que también tenemos miedo a ser rechazados por el resto.

Ese miedo a ser rechazados se convierte en el miedo a no ser lo bastante buenos y al final, terminamos siendo alguien que no somos; nos convertimos en una copia de las creencias de papá, las de mamá, del sistema educativo y de la propia sociedad.

Subraya el Dr Miguel Ruíz que la domesticación es tan poderosa que en un determinado momento de nuestra vida ya no necesitamos que nadie nos domestique, estamos tan bien entrenados que somos nuestro propio domador.

De este modo es cómo conformamos el sistema de creencias que regirá nuestra vida, el que actuará como nuestras leyes, nuestro propio reglamento interno, y que en realidad, como hemos visto, ni siquiera es nuestro.

En esta misma línea, el autor destaca la existencia de una especie de “juez interior”, el cual utiliza lo que está en nuestro libro de la ley para juzgar todo lo que hacemos y dejamos de hacer, todo lo que pensamos y no pensamos, todo lo que sentimos y no sentimos. 

Este libro de la ley, este sistema de creencias, termina condicionando nuestro desarrollo y sobre todo nuestros relacionamientos. Cada vez que nosotros mismos o los demás hacen algo que está en contra del libro de la ley, el juez dice que es o que somos culpables y por lo tanto merecedores de un castigo; debemos sentirnos avergonzados, debemos sentirnos culpables.

Así es que finalmente forjamos los barrotes que conformarán nuestra celda dentro de esta prisión personal, edificada sobre nuestras creencias y limitaciones, que condicionarán completamente nuestra forma de actuar y de interpretar lo que sucede en nuestra vida.

“La mente lo es todo. Te conviertes en aquello en lo que crees” BUDA.

El «darse cuenta»

Algo que considero trascendental en el desarrollo personal y como uno de los pilares de una transformación profunda es el «darse cuenta». Ese primer paso que nos llevará a reconocer estas determinadas situaciones en nuestra vida y que nos ayudará a generar un pensamiento crítico al respecto. 

A partir de allí, vendrá (según como cada uno lo entienda y a su manera) comenzar a actuar con el objetivo de modificar estas creencias, estos pensamientos destructivos o estos patrones de comportamiento que rigen nuestra vida y que al parecer podrían ser un obstáculo para nuestro natural desarrollo.

En ese sentido, así como hemos podido aprender y adoptar este sistema de creencias impuesto, así como adquirimos la disciplina de castigarnos con la culpa cuando actuamos por fuera de estas leyes internas, también existe la posibilidad de trabajar en nosotros mismos con el objetivo de reflexionar sobre estas creencias, cuestionarlas y eliminar las que entendamos son un impedimento para vivir en paz y alcanzar la felicidad. 

De este modo, una de las ideas que plantea Erich Fromm es la del desarrollo de la objetividad, ubicándola como un polo opuesto a la orientación narcisista y definiéndola como la capacidad de ver a la gente y las cosas tal como son, pudiendo así discernir entre esta imagen objetiva y la conformada por los propios deseos y temores. 

“La facultad de pensar objetivamente es la razón; la actitud emocional que corresponde a la razón es la humildad. Ser objetivo, utilizar la propia razón, sólo es posible si se ha alcanzado una actitud de humildad, si se ha emergido de los sueños de omnisciencia y omnipotencia de la infancia” Erich Fromm.

Desarrollar una actitud que nos permita observar las cosas que suceden de una manera objetiva, o al menos de la forma menos impregnada de nuestras creencias posible, nos ayudará a aceptar de mejor manera la realidad y a comprender que las demás personas no actuarán según nuestras propias expectativas.

Será fundamental identificarlas y trabajar en nosotros mismos con el objetivo de liberarnos de estas cadenas conformadas por creencias, de este libro de leyes interno, de este juez que en cada cuestión que ve (sea propia o ajena) intenta dictar una determinada sentencia. 

En relación con ello, debo recomendar las enseñanzas Toltecas y más precisamente las del libro de los 4 acuerdos para vivir en libertad del Dr. Miguel Ruíz.

Para finalizar esta invitación a desarrollar un pensamiento crítico sobre nuestras creencias, creo que cada uno debería reflexionar profundamente acerca de cuales son las suyas. Pensar de dónde vinieron, si les brindan algún tipo de ayuda en sus vidas y sus relaciones, o si por el contrario solamente los limitan, condicionándolos a la hora de alcanzar paz y felicidad.

En el caso de que sean un peso, una carga, probablemente lo mejor sea limpiarnos de estas creencias y volver a comenzar. Como ya hemos dicho anteriormente, comenzar por cuestionar y reflexionar, para luego desaprender y volver a aprender; pero esta vez haciéndolo según nosotros mismos, según nuestro propio ser. 

“La libertad de expresión no vale nada si no hay libertad de pensamiento” José Luis Sampedro.

Y sino desarrollamos un verdadero pensamiento crítico, cuestionándolo todo, nunca habrá libertad real de pensamiento. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

COMPARTIR

Share on linkedin
Share on facebook
Share on whatsapp
Iniciar chat
Empecemos a trabajar!
Román Cerisola
Hola 👋
¿En que te puedo ayudar hoy?