Cambia, todo cambia

“Nada es permanente a excepción del cambio”
“Todo cambia; nada es”
“Todo fluye, nada permanece»
Heráclito.

Una de las pocas cosas que somos capaces de asegurar acerca de nuestra existencia, de la naturaleza que nos rodea y del mundo en el que vivimos, es la constancia del cambio. El mismo, está presente frente a nosotros a cada instante; cada momento es único en el aquí y el ahora y completamente diferente, tanto del momento que pasó como del que vendrá.

Pese a esta realidad, es posible sostener que en general los seres humanos solemos tener cierta resistencia al cambio. La incertidumbre y la falta de una supuesta seguridad sobre lo que sucede nos pueden generar grandes estados de incomodidad al momento de salir hacia esos lugares que consideramos desconocidos. El probar cosas diferentes, vivir nuevas experiencias o dejarnos ser ante algo que no manejamos bien suele ser una tarea complicada y difícil de afrontar para la mayoría de nosotros. 

¿Qué es lo que hace que nos sintamos así? Es decir, ¿qué nos lleva a resistirnos al cambio?

Una de las explicaciones podría centrarse en que nos resulta sumamente complejo abandonar la fantasía de tener un supuesto control sobre todo lo que sucede a nuestro alrededor.  Este aparente control, nos hace sentir “más seguros” y desde mi punto de vista nos condiciona a la hora de entregarnos a esa incertidumbre que nos puede generar la verdadera experiencia de vivir. 

Haciendo alusión y apoyándonos en lo sostenido por Heráclito, “nada es permanente a excepción del cambio”, parecería bastante incoherente o al menos poco beneficioso el oponernos a esta constante realidad. En relación con esto, ya hemos señalado anteriormente algunas ideas en el artículo en el que nos preguntábamos si lo mejor sería luchar o fluir y en el que los invito a reflexionar sobre estas dos posibilidades. 

Todo lo que forma parte de nuestro universo está sujeto al cambio, por ende, también cambiamos tanto las personas como nuestras formas de pensar y de interpretar lo que sucede a nuestro alrededor. Cambian las tendencias, los hábitos, las costumbres; no solo en una misma vida sino a lo largo de toda la historia de nuestra especie. También lo hacen nuestras perspectivas de las cosas, y es así como algo que en un tiempo pasado era considerado normal hoy puede ser visto como una atrocidad; del mismo modo, algo que hoy es normal podrá ser visto como algo atroz en el futuro. 

Normalmente tenemos una visión muy acotada y contemporánea de los acontecimientos, por eso nos convencemos de que las cosas son sólo de una determinada manera y hasta creemos que siempre fueron así. 

En este momento, me urge invitarlos a observar hacia atrás en su existencia y preguntarles: ¿cuántas vidas diferentes sienten que han vivido? ¿No tienen la sensación de que su contexto y sus pensamientos han cambiado tantas veces que hasta parecen vidas distintas? 

Todo el tiempo nos estamos moviendo y cambiando, al igual que lo hace nuestro entorno y nuestro contexto en sociedad, por momentos de una forma que percibimos como más o menos intensa, pero siempre haciéndolo, siempre transformándose de algún modo. 

Es que la vida es un constante cambio y nuestra experiencia como seres humanos, nuestra historia como especie, está directamente relacionada a una necesidad de adaptación al entorno que constantemente cambia y por ende exige lo mismo en nosotros, tanto a nivel individual como colectivo.

Cada momento es el primero y el último

Una perspectiva muy interesante es la que nos brinda el activista estadounidense Duane Elgin, en la cual identifica una conexión existente entre todas las tradiciones de sabiduría del mundo al considerar que el universo se regenera dinámicamente, es decir que surge como una nueva creación a cada instante, a cada momento.

Para el mismo, tanto el cristianismo, el islamismo, el hinduismo, como las tradiciones indígenas, entre otras, han sostenido de algún modo esta idea de que el universo surge continuamente como un todo unificado y que por ende se encuentra en un constante proceso de muerte y transformación. 

En palabras del propio autor, “todos somos humanos viviendo en el mismo universo y tenemos experiencias similares de estar despiertos en el ahora. Durante milenios, los budistas, así como los sabios de todas las tradiciones de sabiduría del mundo, han descubierto un atributo sutil de la existencia que se comprende en común. Esta comprensión compartida se describe de muchas maneras diferentes, pero todas apuntan hacia la idea de que toda la existencia emerge continuamente como un todo singular e interdependiente a cada instante”.

A continuación, algunas citas ilustrativas de las diferentes sabidurías a las que Elgin se refiere:

«Dios está creando todo el universo, total y completamente, en este presente ahora. Todo lo que Dios creó… Dios crea ahora todo a la vez» (Fox, 1983).
Meister Eckhart, místico cristiano.

«La evolución presupone la creación… la creación es un proceso permanente, una creación continua «(Paul, 1985).
Papa Juan Pablo II.

«Tienes una muerte y un retorno en todo momento. . . . En todo momento, el mundo se renueva, pero nosotros, al ver su continuidad de apariencia, no somos conscientes de su renovación» (Barks, 1995).
Jalaluddin Rumi, sufí persa del siglo XIII.

«No hay nada estático, nada permanente, sino solo el flujo de un proceso incesante, en el que todo se origina, crece, decae, se desvanece» (Easwaran, 1987).
Heinrich Zimmer, estudioso del arte y la civilización hindú.

«En el corazón de la cosmología budista se encuentra la idea de que los sistemas de mundos múltiples, incluido nuestro propio universo, están en constante estado de surgimiento y desaparición» (Lama & Cutler, 1998).
Su Santidad el Dalai Lama.

«El mundo está en un estado continuo de creación, de devenir, y por lo tanto en un continuo estado de destrucción de todo lo que ha sido creado» (Govinda, 1976).
Lama Govinda, maestro y erudito tibetano.

«El comienzo del universo es ahora, porque todas las cosas están siendo creadas en este momento, y el fin del universo es ahora, porque todas las cosas están desapareciendo en este momento» (Watts, 1958).
Alan Watts, maestro Zen.

El gran cambio

Dejando de lado estas visiones históricas desde las diferentes culturas y ya haciendo foco en la actualidad, creo que es evidente que la situación en la cual nos encontramos nos invita a realizar un gran cambio de paradigma, sobre todo cuestionando nuestra forma de vivir y de relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con nuestro entorno. 

Tanto la forma en la que interpretamos nuestra experiencia vital como seres humanos, como la educación a la que nos sometemos, nuestros sistemas políticos, nuestras maneras de producir y de consumir, parecen haber quedando absolutamente obsoletas. 

Me afirmo en esta posición teniendo en cuenta de que no hemos podido hasta el momento resolver temas tan urgentes como el hambre, la pobreza y los conflictos armados que continúan activos en diversos puntos del planeta, todo esto sin tampoco hacer prácticamente nada por detener el daño que le estamos generando al único lugar habitable que conocemos. 

Los efectos del cambio climático son evidentes, sin embargo, las grandes compañías siguen produciendo sin parar ya que nuestras instituciones y nuestros Estados-Nación, completamente endeudados, poco han hecho para frenar toda esta realidad. Al mismo tiempo, la mayoría seguimos consumiendo todo lo que estas compañías generan para sustentar este sistema que hemos conformado, esta película que nos hemos inventado, desperdiciando día a día recursos de todo tipo mientras otros mueren de hambre por no poder, en la era de la tecnología, acceder a un plato de comida.  

Ahora, la cuestión es: ¿Estamos realmente preparados para un verdadero cambio?

Nos pasamos viendo en el afuera al culpable, al enemigo, victimizándonos constantemente y desligándonos así de toda responsabilidad; esperando siempre mágicas soluciones a nuestras problemáticas colectivas. 

¿Y si el cambio más efectivo tiene que ver con nuestra forma de vivir?

Con nuestra forma de alimentarnos, de producir, de consumir, de valorar, de tener, de relacionarnos.

¿Estamos preparados para asumirlo y sentirnos realmente responsables de lo que sucede? ¿Somos capaces de modificar nuestras conductas por un bien común?

Los seres humanos nos hemos vuelto en algunos aspectos muy débiles, nos es sumamente complicado dejar de consumir ciertos alimentos, de seguir ciertas rutinas o tener determinados lujos, por momentos nos es muy difícil hasta cuidar nuestra propia salud física y mental. 

Por otra parte, somos capaces de enajenarnos de nosotros mismos e invertir gran parte de nuestro tiempo en desarrollar tareas poco gratificantes con el objetivo de seguir produciendo y poder tener acceso a estos determinados productos o comodidades que creemos son indispensables en nuestra vida.

Nos hemos vuelto seres con muy poca capacidad de reflexión, con gran dificultad para salir más allá de lo establecido y pensar un poco más por nosotros mismos. El adoctrinamiento que hemos recibido a través del sistema educativo y de nuestro entorno, nos condiciona completamente a la hora de desarrollar nuestras propias ideas y de salir de eso que nos viene impuesto para vivir realmente según nuestras propias convicciones. 

En parte debido a esto es que entregamos toda la responsabilidad de nuestros asuntos colectivos en manos de los políticos de turno y las grandes instituciones o burocracias internacionales. 

Es evidente que ni los organismos internacionales, ni los Estados-Nación, ni los políticos que los manejan están tomando las medidas necesarias para construir un mundo más justo, pacífico y sobre todo sostenible.

¿Vamos a seguir esperando que una solución mágica aparezca? 

Entiendo que la única posibilidad real que tenemos es un cambio profundo en nuestra manera de comprender nuestra vida y la relación con nuestro entorno, una revolución profunda a nivel personal que nos lleve a cambiar la perspectiva que tenemos de nuestra especie y los objetivos que nos planteamos como humanidad. 

Es urgente que podamos escapar de esta película y que logremos cambiar esta idea de lo que hemos venido a hacer como seres humanos. Modificar la forma en la que medimos nuestro bienestar, la forma en la que utilizamos y distribuimos los recursos, las maneras en las que ocupamos nuestros espacios y hasta cómo nos reproducimos. 

Estamos destruyendo el Planeta Tierra, la evidencia es basta, significativa y los efectos ya son más que evidentes. Hasta las propias Naciones Unidas lo están expresando en reiteradas ocasiones, de modo que el que que no lo vea es porque no quiere hacerlo, por ignorancia o porque realmente no le interesa ni el planeta ni las futuras generaciones.  

Comencemos a revisar nuestro hábitos y nuestras formas de vivir, generemos el verdadero cambio necesario para que las cosas tomen un rumbo diferente.

Creo que la cuestión sería: ¿por dónde puedo empezar?

“Se tú mismo el cambio que quieres ver en el mundo” Mahatma Gandhi.

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